Últimamente he estado trabajando en reorganizar la infraestructura de mis proyectos.
Después de mucho tiempo gestionando entornos de forma manual, decidí dar el paso y dockerizarlo todo.
No solo por orden, sino por comodidad, escalabilidad y por mantener un entorno más limpio y controlado.

Docker me permite encapsular cada proyecto con sus dependencias y configuraciones específicas, lo que evita conflictos entre entornos y me ahorra tiempo cuando quiero levantar algo rápido. Estoy creando contenedores personalizados para cada stack (Symfony, Node.js, HTML puro, etc.) y centralizando volúmenes en mis discos externos para no depender del espacio del sistema principal.

También he aprovechado este proceso para automatizar tareas como backups, sincronización y gestión de bases de datos. La idea es tener un entorno que no solo funcione bien, sino que sea cómodo de mantener a largo plazo.

Este cambio representa una pequeña evolución en mi forma de trabajar. Más que una mejora técnica, es una forma de facilitarme las cosas, sobre lo que estoy construyendo.